El concepto de «psicología perenne» llegó libremente a mí mientras construía mi proyecto de psicoterapia. Como era de esperar, cuando busqué ese término en internet constaté que no era el primero a quien se le había ocurrido juntar esas dos palabras. Aun así, me voy a permitir hablar sobre lo que la psicología perenne significa para mí, en lugar de buscar una definición académica y universal.
Por supuesto, mi origen de «psicología perenne» también proviene de «filosofía perenne», un término de uso más extendido y cuyo significado actual fue propuesto por Leibniz, el filósofo de finales del Barroco. Este se refería a aquella filosofía que subyacía a las corrientes místicas de todas las religiones; es decir, entendía que había una filosofía que no estaba sujeta a las culturas ni al paso del tiempo, que era universal y eterna. Sin embargo, quien popularizó el término fue Aldous Huxley, el conocido autor de Un mundo feliz, y que escribió un libro llamado La filosofía perenne.
En este sentido, la psicología perenne se refiere a una psicología que siempre estuvo allí, en Oriente, en Occidente, en las tribus del Amazonas y de Australia, en los indios Siux, etc.
Entender la filosofía perenne para entender la psicología perenne
Dado que el término «psicología perenne» nace por analogía a «filosofía perenne», es fundamental comprender algunos fundamentos que ambas denominaciones comparten. Jorge Noguera Ferrer, en su artículo «Teoría transpersonal y filosofía perenne» (publicado en el libro La consciencia transpersonal), sintetiza muy bien las bases de los perennealistas; por ejemplo:
1.-Existe la posibilidad de una experiencia de consciencia pura y, por consiguiente, inmediata y universal. De ahí que se afirme que las diferentes tradiciones contemplativas apuntan hacia la misma experiencia, la misma para cualquier época histórica y cualquier persona, haya nacido en la cultura que haya nacido. Lo que cambia de una cultura y de un tiempo a otro es la expresión verbal de esa experiencia; por ejemplo, tal y como señala Jorge Noguera, «La misma experiencia de no dualidad es interpretada como vacuidad (sunyata) por un budista mahayana, como la unión con Dios por un místico cristiano, como el Brahman por un hindú de la tradición advaita vedanta, como una absorción sin objeto (asamprajnata samadhi) por un practicante de yoga propuesto por Patañjali. En todos los casos, la experiencia es la misma, la interpretación distinta».
2.-Las prácticas místicas permiten liberarnos de los esquemas y conceptos culturalmente aprendidos y, por tanto, conocernos a nosotros mismos y al mundo de una manera pura, real.
Dos ejemplos ilustrativos sobre qué es la psicología perenne
a.-Psicología y budismo. Quizá el ejemplo más evidente es el mindfulness, que ya ha demostrado su eficacia empírica, tanto en estudios sobre el cerebro como en experimentos psicológicos; pero proviene de la meditación budista, y ha estado allí desde hace más de 2500 años.
b.-Psicología y cristianismo. La religión cristiana hunde su raíz en el amor incondicional de Dios. Del mismo modo, las terapias relacionales derivadas de Winnicott, en las que se fundamenta el psicoanálisis moderno, buscan que el paciente despierte a un amor incondicional que legitime su propia existencia y reavive su capacidad creadora.
(Por supuesto, aparte de estas dos, existen una infinidad de conexiones más sutiles entre mística y psicología, y que darían para escribir muchos artículos).
¿En qué se diferencia la psicología perenne de la psicología convencional?
Fundamentalmente, carece de sentido adherirse rígidamente a un solo modelo o escuela psicológica. Las escuelas representan distintos mapas psicológicos, cada uno centrado en determinadas señales, pero no son el territorio, porque el territorio, la verdad, se halla dentro de uno mismo y se manifiesta como algo eterno y sin forma. De ahí que las diferentes técnicas y conceptos de cada escuela (psicoanalítica, humanista, cognitiva, sistémica, etc.) puedan resultar útiles según lo que necesite el paciente en cada momento de su terapia, pero son solo herramientas, no verdades.
Por ello, la psicología perenne tiene semejanzas con la psicología integradora, y también comparte con ella el interés por las distintas facetas del ser humano: sus cogniciones, su universo afectivo y los vínculos emocionales, la búsqueda de sentido y la significación de la vida, el pensamiento simbólico, los valores… Ahora bien, hay una diferencia: la psicología perenne acepta la posibilidad de que cualquier individuo pueda entrar en contacto con una realidad trascendente. Por tanto, el objetivo de una terapia perenne no es en sí mismo que el paciente sea más funcional en los ámbitos personales y sociales, sino que eso sería un medio para facilitar la madurez espiritual.
¿En qué se diferencia la psicología perenne de un curso o retiro espiritual?
Hay dos diferencias fundamentales. La primera es que se trata de un trabajo personalizado. Es decir, no se te enseña una técnica o se te dan unas directrices puntuales para que luego tú las apliques, sino que, tal y como se procede en psicoterapia, se hace un seguimiento individualizado y continuado, donde se tienen en cuenta las particularidades personales, familiares, sociales, etc. Una de las cosas más importantes que debemos aprender los terapeutas es captar dónde se encuentra cada paciente y cuál es su modo único de percibir, para saber hablarle en su idioma, al ritmo que necesita y decirle lo que en cada momento del camino le puede servir.
La segunda diferencia es que se utilizan técnicas que han sido probadas, bien por los investigadores, bien por más de un siglo de práctica psicoterapéutica. Actualmente, la psicología se encuentra en un punto de madurez suficiente como para que haya un encuentro entre las técnicas usadas en terapia y las usadas en ámbitos religiosos y espirituales. En ese encuentro, lo espiritual fortalece a la psicología, y la psicología a lo espiritual.

Para terminar…
No debemos olvidar que la palabra «psicología» proviene del griego clásico, en donde «psique» significa ‘alma’, y «logía» viene de «logos», que hace referencia a la investigación o al estudio; de ahí que la psicología sea, etimológicamente, el estudio del alma.
En definitiva, la psicología perenne aúna la experiencia de más de un siglo de terapias e investigación científica del alma (mente, emociones, percepción, consciencia) con los insights e intuiciones de todos los grandes sabios que ahondaron en el funcionamiento y el sentido de la existencia humana y que inspiraron a millones de personas, en el pasado y en el presente.